Estamos ante una película carente de suspenso, donde el principal protagonista es un iPhone y las situaciones misteriosas busca involucrar fantasmas; ese es el pensar de un chico en plena adolescencia que trata de encajar en un mundo donde los que tienen dinero destacan y los demás pasan a ser del montón. Primero hubo una muerte, luego un funeral, pero las llamadas y mensajes de celular de un viejo amigo que siempre le brindó su ayuda no dejan de llegar, lo que siembra la duda de saber si se trata de un fallo del sistema o son cuestiones del más allá.
Craig (Martell), es un niño de 8 años quien vive en un pequeño pueblo de Maine; tras realizar las lecturas en la iglesia los domingos, es contratado por el señor Harrigan (Sutherland), un solitario millonario, para que vaya a leerle un par de veces por semana a su mansión. Con el pasar de los años una fuerte amistad surge entre ambos personajes hasta que el señor Harrigan aparece muerto una mañana. Tras este triste acontecimiento, Craig decide colocar el celular de su viejo amigo dentro de su ataúd, sin embargo, a partir de esa noche el chico comienza a recibir mensajes y llamadas del teléfono del señor Harrigan seguidas de desafortunados accidentes para quienes decidan dañar a Craig o a sus seres cercanos.
“El teléfono del señor Harrigan”, adaptación de la novela del mismo nombre escrita por Stephen King, se encuentra protagonizada por Jaeden Martell y Donald Sutherland, y ambos muestran actuaciones sobresalientes, cuenta con la dirección de John Lee Hancock y la producción de Jason Blum y Ryan Murphy, pero el principal problema es que se promocionó como un thriller de terror y en realidad carece de ese elemento, ya que se encamina más hacia la superación de un duelo y los misterios no se desarrollan de manera atractiva, llevando bajo el brazo una crítica hacia los peligros por el exceso de información en internet y el ahora difícil desprendimiento que podemos tener de nuestro propio celular, una adicción que ha sido la encargada de distorsionar nuestra realidad, dejando así su tensión solamente a la atractiva banda sonora.
